jueves, 30 de diciembre de 2010

Cromañón

   Hoy estuve, un tanto casualmente, por Plaza de Mayo. Quería ir a la catedral a rezar, así que tomé el subte, bajé en Perú, salí a la plaza, vi las vallas (que a esta altura ya no inquietan) e ingresé al templo.
   Ya al entrar me sorprendió ver personas con carteles que tenían fotos de jóvenes, y no eran de ninguno que reconociera. Estoy como vuelto hacia dentro, así que enfilé a la capilla, donde me quedé hasta que la misa estaba empezada.
   Al salir de la capilla, el templo estaba lleno, y un montón de gente tenía colgadas fotos de jóvenes, y creo que ahí salí del inmenso letargo que a veces me agarra. Cuando vi los carteles, las caras, las cámaras y algunas pancartas apoyadas contra el fondo de la iglesia, fue inevitable recordar la fecha.
   Es que esos muertos duelen, y creo que fue bien gráfica la escena, porque son muertos que se llevan encima. En este caso en las imágenes concretas de una foto, una cara sonriente impresa, una cara dolida en la persona que la sostiene. Son muertos que no pueden enterrarse, que se llevan en el cuerpo, y que caminan con nosotros, ellos detenidos en las sonrisas del pasado, y nosotros en el dolor de lo injusto.
   No me pude quedar dentro, y volví a la plaza. Ahí vi un interludio extraño. Unos chicos estaban mirando a las palomas comer migas de pan, y ambos se levantan, con una actitud extraña. Por reflejo adquirido de años de inseguridad, adelanto un poco el paso mientras vigilo la sombra del chico (el sol me daba por la espalda). Entonces veo que que el pibe levanta el brazo, y arroja con violencia una botella con agua contra una paloma, que se retuerce varios segundos y después se muere. Me dio un escalofrío.
   Si uno sigue caminando hacia el río, llega a las vallas que están pasando la Pirámide de Mayo. Ahí hay una especie de collage con cada uno de los que murió. Hay varios chicos muy chicos. Estuve hasta que pude, y cuando me di vuelta vi la pirámide de mayo, y las carpas y el reclamo de los ex-combatientes de Malvinas.
   Y me di cuenta no tiene el menor sentido enterrarse en uno mismo, cuando algunos no pueden ni enterrar sus muertos, del puro absurdo que ya no estén con ellos. Y recé por todos.

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