viernes, 20 de abril de 2012

Equívocos

Jurgen pensaba en su nombre con frecuencia. María pensaba en su nombre con frecuencia. Joseph pensaba en su nombre con frecuencia. Un mono no pensaba, su nombre era frecuencia. ¿Con quiénes y de quién pensaban Jurgen, María y Joseph?

Las palabras en general acuden una detrás de la otra. En una aproximación a las prácticas meditativas orientales, me parece que éstas tienden a expandir el espacio entre significantes para que haya más tiempo de sujeto en los intervalos.

Calla ya la melodía, calla ya la canción
No quiero rimas idiotas,
por favor, no escribas corazón
en todo caso di gaviota.

martes, 10 de abril de 2012

Sinópteros

   El sinópteros es un agrupamiento de seres bastante diminutos, inventados en este acto de escritura. Una primera aproximación consiste en decir que son una especie de odradek venido a menos, ya que no son europeos, sino sudacas. Ya sé que tienen la dignidad intrínseca y originaria del nuevo continente, pero por estos lares, todo lo importado tiene ese aire de misterio y sofisticación a lo marcopolo, que hace que deba esmerarme en presentarlos como algo nacional, pero que parece de afuera.
   Se parecen un poco a los bichos bolita, un poco más a las mariposas nocturnas, y sobre todo a los ornitorrincos. No hablan, pero son de envolverse con palabras. Les quedan incómodas las certezas, y en general devienen y devanan, con afán un tanto incansable de encontrarse en alguna palabra que los envuelva del todo y los acune con la certeza de la identidad entre ella y ellos.
   Son seres plurales, pero como buen colectivo, se dicen en singular. Las telas de sustantivos les pesan un poco, las de adjetivos los florean en exceso. Se sienten más cómodos con los verbos, pero a veces se cansan de andar en movimiento solo porque la palabra los obliga. Les gustaría ser un poco más fuertes para poder bancarse una gruesa tela de sustantivos, bordada con múltiples calificativos honrosos, pero andan por ahí vestidos de acciones, como correr, evitar, divagar, y van envueltos en tules vaporosos.
   Sin bichos simpáticos, pero jodidos de atrapar, como los electrones. Sospechamos de sus sentimientos por las estelas que van dejando sobre la superficie del éter, que toman formas azarosas sobre las cosas que les interesan.
   El otro día vi a uno pasar flotando por la pupila de un pupo, que si bien es sabido que no tiene ojo, a veces se hace un espacio para acomodar sinópteros y paradojas anatómicas. El ojo del pupo viene de las remeras cortas, y se necesita de la colaboración de dos individuos de la misma especie, preferentemente de sexo opuesto.
   A veces los encuentro en el ojo de la boca, un poco menos en la boca de la boca. En general devienen, pocas veces devanan, porque eso se hace con los hilos, y no se tiene elementos a mano como para coser instantáneamente. Como decía, coser dos bocas es una actividad poco recomendable. El gusto está en la alternancia de mi boca, tu boca, y riquelme un poco, si se está en la cancha de boca. Sino se sigue con boca, boca, boca y luego variaciones sobre el tema según la fijación predominante.
   Los sinópteros sufren en chiquito, pero profundo. De vez en cuando se envuelven en estribillos, como "Habrá que ver si la crónica verónica reacciona", o cosas de ese tenor.
   En resumen, son medio inasibles, pero se dejan querer.