viernes, 30 de marzo de 2012

Neologismos

Una conversación oída al pasar:

A: Le engarloché la garlapota, mas no me emperperrimé demasiado, por miedo a sapocatarme.
Objeto pequeño a: Pareciera que se deben ubicar algunas precisiones
A: Es que cuando me sapocatarmo, mis uniporteros se troznan, y a mí como que se me emparpadurna un feruncalo en la garlopera.
Objeto pequeño a: Quizás si intentara delimitar un poco ciertas insistencias.
A: Repito trochaderas, sin compaturnar con eflejos ni tarancios... y no transo ni acoto un carajo!
Objeto pequeño a: [silencio]
A: [Levantando la voz] ¡Y ahora me voy a engarlochar con o sin garlapota, hasta emperperrimarme y sapocatar sin que haya un punto de retorno, y usted es un necio!
Objeto pequeño a: Bueno, terminamos por hoy.
A: Cortate mi repinflúfulo!!!

Se debe decir que son cosas que ocurren, más frecuentemente de lo que a uno le gustaría.

lunes, 19 de marzo de 2012

Fanum

   Hay momentos inigualables donde alguien pasa de ser un idiota inespecífico a tener una insanía delimitada.
   Solo para contextuar, ubicaremos que en latín "fanum" quiere decir "lugar sagrado", y tendría cierto parentesco con la epifanía, el fanatismo, las cosas diáfanas. Remontándose hacia atrás está el "fanerós" (φανερός) y "fanés" (φανής) de los muchachos griegos, pero traducir esas palabras es un exceso melifluo de elocuencia, más cercano a la pedantería inútil.
   Mejor ir directo al meollo del asunto (los parágrafos que siguen están redactados en primera persona solo para facilitar la identificación proyectiva)

   Situación A: Me encuentro en un local bailable, danzando de manera un tanto espasmódica (es decir, marcando hoscamente el tiempo de negra con los pies, y las corcheas o semicorcheas, según el nivel de energía, con los brazos y manos). En ese momento reparo en una apuesta joven que  mira, y yo la miro, y ella me mira, y yo la vuelvo a mirar. Se presenta allí una catarata de pensamientos y hormonas, además de un vacío en el pecho que impiden la única resolución sensata del asunto: encarar a la fémina.


   Situación B: Estoy dialogando animadamente con una niña crecida hasta mi edad, (es decir, para nada una niña). Como quien no quiere la cosa, empieza un ir y venir de indirectas, y noto que sus pupilas se dilataron, y que no es la única circunstancia de esa índole. Comienza entonces una sensación de vértigo, como de susto a las alturas y  luego de presentar flojas excusas me voy a reflexionar sobre lo ocurrido, para resolver que no debería de haberme ido.


   Situación C: Hay alguien que me gusta más o menos. Es decir, lo suficiente como para interesarme, pero no aún lo necesario como para que sea inevitable hacer algo. A medida que el más es más que el menos, se multiplican la gente que me gusta -en competencia con el primer alguien- con el resultado óptimo de un enamoramiento múltiple, cual agitar los brazos al éter del amor.


   Situación D: Sé escribir cartas de amor, pero no sé enviarlas. Todas son de contundente elocuencia, pero temo que sean tomadas excesivamente en serio y que alguien me ame absorbentemente por siempre, chupándome la vida hasta dejar solo los huesos, o menos.  

   El joven en cuestión -llamémosle Miguel- no se había percatado cuál era en realidad el problema, sino que había acudido a racionalizaciones arborescentes (éticas, morales y estéticas) para justificar la ubicuidad de la circunstancia.
   En determinado momento tuvo una revelación... (TO BE CONTINUED... differential diagnosis)

lunes, 5 de marzo de 2012

La extraña necesidad de sincerarse

Es una escena repetida. La gente al tiempo de conocerme me dice, en un tono de complicidad y amistad que es llamativo por el contenido del mensaje: "Cuando recién te conocí pensás que eras un boludo (o loco, o tipo raro), pero ahora me doy cuenta que sos copado".
Quizás lo extraño no es tanto que le resulte un idiota a los demás, después de todo, cualquier persona puede causar esa impresión con bastante facilidad.
Lo desconcertante es ese momento posterior de sinceridad. En mi fuero interno, últimamente, me pregunto qué necesidad hay de mencionar ese cambio de imagen respecto de mi persona. Se podría obviar, sin grave menoscabo al contenido del mensaje, la parte de "pensé que eras un boludo", y saltar directamente al momento de "llegué a la conclusión que sos un tipo copado". Pero no, parece ser imprescindible, o lo más importante del asunto, el indicar el equívoco en el juicio inicial. Al parecer hace que el interlocutor se sienta aliviado de sus prejuicios, y vuelva a creer en el género humano o algo por el estilo.
Secundariamente, intuyo que algo en mí parece autorizar, o reclamar, ese periódico arrebato de sinceridad... Se podrá decir que causo una especie de catarsitrofismo positivo? (aquel que sepa biología, descifre) Oh si, eso debe ser.