domingo, 16 de diciembre de 2012

Raptus

voy
a hacer
una torre
de palabras,
palabras que se
apilen y jueguen,
palabras ronroneantes.
Ya quiero crecer, o envejecer
que son cosas parecidas, pero no
iguales. Quiero hacer algo lindo como
el viento de primavera, o la brisa de las
olas en el atardecer a la orilla del mar, cuando
uno siente que todo tiene su lugar, y las cosas no
caen, sino que se sostienen por sí mismas y se renuevan.
Me sumerjo en recuerdos y ensoñaciones, y me siento un poco
más seguro dentro mío, donde las letras se amañan de formas siempre
nuevas, sorprendiéndome un poco. Más difícil es participar a alguien de esta
danza de letras entramadas de sentimientos que bailan y se acompasan entre ellas.
 Bueno es creer en que después de todo esto vendrá algo distinto, que se irá decantando
 como rocío después de días de mucho calor, o como polvo de estrellas, finísimo y plateado. Hace 
semanas que siento algo tiene que cambiar y tomar nueva forma, que quiero llegar un lugar parecido a
un yo soy yo, vos sos vos, y el frágil invento de nosotros. Por ahora es mi mundo, hecho de posibles. Ya
 llegando a la base de los caracteres (porque todo tiene su extensión), descubro que siempre hay un hilo que
s          
 nózaroc le y ,nózaroc le ecid sel ednod nav sojo sol euq areipus is omoc ,séver la odney ,errucse e             
                       no
             va como
   apuntan los
 razonamientos.
 En una de esas, en vez de hilos, podría intentar con 
                                                                                      c
                                                                                          a
                                                                                            s  
                                                                                          c
                                                                                           a
                                                                                            d
                                                                                          a
                                                                                      s, pero no me gustan demasiado. Cómo decir
                odnacsub ,asoc éuq és on ed etnelis ogitset ,secev sarto euq odidrep sám otneis em euq secnotne
             o
           es
           pe
          ran
          do
           o
           si
         guien
          do

Este es un lecho donde se me acaban las palabras, no porque no tenga más que decir, sino porque lo dicho y lo no dicho andan rondando ya demasiado cerca, ya demasiado lejos. Es tiempo muy difícil, y punto.

viernes, 20 de julio de 2012

Ceci n'est pas une goma

-¡Es así como te digo, vos no entendés nada!
-Sólo digo que para historia es un poco floja.
-Es porque no entendés la poesía, te lo voy a volver a contar para ver si captás algo de las realidades profundas que se esconden en las superficies... y no sigo con palabras contradictorias porque me pongo cada vez más guatemalteco, asco existencial.
-Será porque sos un poco goma.
-Goma es otra cosa (mira buscando complicidad, todos los demás lo miran con cara de "claramente es un goma", pero él entiende que es respeto y reverencia). ¿Nunca te pasó que viajando en el subte miraras a alguien pensando que lo conocías, y a su vez esa persona te mirara, pensando que te conocía, pero después de mirarse unos segundos se dieran cuenta los dos que un parecido no es identidad?
-Me parece que detenerse en eso es muy de goma. ¿Acaso vos te entalcás los huevos para no pasparte?
-Me los entalco, pero por razones más profundas
(ahí dicen todos) -¡Es porque sos un goma!
-Realmente no sé como se deriva eso del entalcamiento de las partes pudendas. Gente muy respetable y poco goma se las entalca, por ejemplo Nelson Mandela.
-¿De donde sacaste que Nelson Mandela se entalca?
-Esas son cosas que trascienden, aunque no vamos a discutir por las precisiones de las fuentes de un ejemplo ilustrativo. Es más, en este acto declaro que todo hombre debe tener dos batas: una para vestir y otra para el mismo fin. También afirmo que los caracoles tienen caparazón levógira si se los mira del lado correcto, y que es mejor el invierno que el verano porque el invierno arrima a las personas al fuego y entre sí, y el verano lo hace solo con respecto a la pileta y eso es discriminativo si se evalúan las implicancias socioeconómicas del asunto. Digo finalmente que toda persona debe tener tres mudas de ropa, una para actividades deportivas, otra para vestir cotidianamente y una tercera para ocasiones que impliquen determinada alineación de los planetas, en particular marte y venus, ya que son los planetas del amor y la guerra.
-¿Acaso te entalcaste algo más?
-(indignado) ¡El talco -véritas- no se mancha!
-Perdón... me fui de rosca.
-Más te vale ubicarte, tarado.

martes, 26 de junio de 2012

Coartadas

   Cuentan los historiadores que se ocupan de cosas inútiles que los reyes católicos de España se iban de vacaciones a la localidad de Babia, y que solían aducir, cuando no deseaban recibir alguna visita inoportuna, que se encontraban en el antedicho lugar. También relata mi amigo senegalés que los jefes de su tribu tenían un lugar semejante (lo pronunció con tres chasquidos y un gargajo, aunque no sé si este último era parte del nombre o producto del resfrío). Más cercano a mi realidad, mi jefe anterior estaba discrecionalmente en reuniones, y algunos otros se refugian en enfermedades variadas.
   Las coartadas entonces cumplen una función sumamente útil, la de operar como barrera diplomática y frustrar al "otro de la cargosidad". Tienen además una función adicional, que es la de indicar que uno tiene ocupaciones más felices que recibirlo. O para decirlo a secas, que es feliz sin él.
   Mi amigo senegalés dijo que en su pueblo tenían un dicho, Eee me ka kaj [sput] [sput] os [sput] os [sput] ones (los "sputs" son escupidas). Cuando se cayó al piso, y mientras lo acompañaba en la ambulancia, comprendí que quiso decir "se me cagaron los pulmones". Y solo escribo hasta acá, me acaba de venir una sensación de siniestro de la que mejor no decir nada.

domingo, 10 de junio de 2012

l'amour

Hace un tiempo que vengo pensando en la inconveniencia de la concepción de la media naranja. Me permito un exordio y recordar que ésta es introducida por el personaje de Aristófanes en El banquete, de Platón (texto que habla sobre el amor). Luego dicha concepción devino un tanto más profana y hasta vulgarizada. Se resume en expresiones como "tal para cual" o "culo y calzón", entre otras. Básicamente, supone que hay un otro exactamente para mí, del cual yo vendría a ser una mitad y que al encontrarnos nos completaríamos mutuamente, sobre el supuesto que el estar separados es un castigo de los dioses y todo eso (remitirse al texto por cualquier duda).
Esto, como comencé diciendo, me resulta inconveniente. Por varias razones, una de orden práctico, y es que hay muchísimas posibilidades de medias naranjas, y no sabría como reconocerlas. Además, creo que hay medias naranjas, medios limones, una variedad total de frutas en los jardines del mundo, y que quizás sea preferible una media manzana verde a una media naranaja, o un medio limón.
Lo segundo es que deja las cosas muy libradas a esa fuerza misteriosa que damos en llamar destino.
Lo tercero es que impide creer en el amor, ya que suplanta eso de elegir y esforzarse por una especie de completud a darse de forma cuasi automática, alentando al rápido reemplazo de partes frente a desajustes menores.
Finalmente, recordando mis enamoramientos recientes, solo puedo decir que me gustan personas bastante disímiles a mí, o entre sí.
En fin, como conclusión, pinta carta, en esta ocasión se trata de algo serio para alguna ilusión ya abandonada:


Querida Amelia,
Es un día en el que estoy contrariado. Creo que tampoco fue un buen día para vos, y eso me impone una respetuosa distancia. Mañana no te voy a ver, y quisiera verte. Hoy te vi triste y bonita, aunque creo que no me miraste en todo el día. No encontré nada de lo que esperaba encontrar, no hubo eco en tus ojos.
A veces me ilusiono planeando campamentos y excursiones que no son proyectos, sino más bien sueños diurnos. Por ejemplo, la primera cuestión, básica, es el charango en la mochila, y un diapasón, sagrado elemento de afinación. Después considero necesaria tu voz, y un cancionero para ponernos de acuerdo, porque seguramente conozcamos canciones distintas. Después, para mí, un sikus o un pinkullo, y hojas blancas, biromes y carbonillas, o si no, unos más humildes lápices. Para ambos, cámara digital (con bastante baterías y memoria) y carpa para tres, cosa de que no se imponga la humanidad de ninguno de los dos sobre la del otro. Creo que eso es lo importante; a lo que luego agregaríamos lo necesario, como la comida, bebida, bolsas de dormir, bronceador, cepillos de dientes, marmita, calentador, garrafitas de gas, etc. Un detalle: prefiero la luna y las estrellas a las linternas.
El lugar es otro tema a considerar. Desde hace años sueño con volver al Chaltén. La única vez que fui estuve tarareando el unplugged de Soda Estéreo, respirando patagonia y naturaleza, y diciéndome a mí mismo "esto es hermoso, y voy a volver". Aunque creo que el lugar particular es lo de menos, mientras haya montaña y árboles, y arroyos.
Una ciudad donde hay que ir es Praga. En el río, en vez de patos o gaviotas, hay cisnes; y la ciudad tiene una melancolía kafkiana que ahoga, donde para respirar en la bruma hay que besarse. Pasa algo parecido en Venecia, pero es más trillado.
Dicen que París... yo quiero viajar a Asia, que me pongan un tercer ojo naranja en la frente, y me digan palabras que no entienda, y estar tan lejos de casa que hasta las miradas me hablen en otro idioma (todas excepto la tuya).
Bueno, aún no te dije nada y te invité a pasear por mi mundo, que quizás empezará en un café, o en una excusa banal. ¿Cuántas cosas se pueden esperar y cuánto tiempo? Espero nos encontremos a mitad de camino entre el apuro y la necesidad de tiempo.

viernes, 20 de abril de 2012

Equívocos

Jurgen pensaba en su nombre con frecuencia. María pensaba en su nombre con frecuencia. Joseph pensaba en su nombre con frecuencia. Un mono no pensaba, su nombre era frecuencia. ¿Con quiénes y de quién pensaban Jurgen, María y Joseph?

Las palabras en general acuden una detrás de la otra. En una aproximación a las prácticas meditativas orientales, me parece que éstas tienden a expandir el espacio entre significantes para que haya más tiempo de sujeto en los intervalos.

Calla ya la melodía, calla ya la canción
No quiero rimas idiotas,
por favor, no escribas corazón
en todo caso di gaviota.

martes, 10 de abril de 2012

Sinópteros

   El sinópteros es un agrupamiento de seres bastante diminutos, inventados en este acto de escritura. Una primera aproximación consiste en decir que son una especie de odradek venido a menos, ya que no son europeos, sino sudacas. Ya sé que tienen la dignidad intrínseca y originaria del nuevo continente, pero por estos lares, todo lo importado tiene ese aire de misterio y sofisticación a lo marcopolo, que hace que deba esmerarme en presentarlos como algo nacional, pero que parece de afuera.
   Se parecen un poco a los bichos bolita, un poco más a las mariposas nocturnas, y sobre todo a los ornitorrincos. No hablan, pero son de envolverse con palabras. Les quedan incómodas las certezas, y en general devienen y devanan, con afán un tanto incansable de encontrarse en alguna palabra que los envuelva del todo y los acune con la certeza de la identidad entre ella y ellos.
   Son seres plurales, pero como buen colectivo, se dicen en singular. Las telas de sustantivos les pesan un poco, las de adjetivos los florean en exceso. Se sienten más cómodos con los verbos, pero a veces se cansan de andar en movimiento solo porque la palabra los obliga. Les gustaría ser un poco más fuertes para poder bancarse una gruesa tela de sustantivos, bordada con múltiples calificativos honrosos, pero andan por ahí vestidos de acciones, como correr, evitar, divagar, y van envueltos en tules vaporosos.
   Sin bichos simpáticos, pero jodidos de atrapar, como los electrones. Sospechamos de sus sentimientos por las estelas que van dejando sobre la superficie del éter, que toman formas azarosas sobre las cosas que les interesan.
   El otro día vi a uno pasar flotando por la pupila de un pupo, que si bien es sabido que no tiene ojo, a veces se hace un espacio para acomodar sinópteros y paradojas anatómicas. El ojo del pupo viene de las remeras cortas, y se necesita de la colaboración de dos individuos de la misma especie, preferentemente de sexo opuesto.
   A veces los encuentro en el ojo de la boca, un poco menos en la boca de la boca. En general devienen, pocas veces devanan, porque eso se hace con los hilos, y no se tiene elementos a mano como para coser instantáneamente. Como decía, coser dos bocas es una actividad poco recomendable. El gusto está en la alternancia de mi boca, tu boca, y riquelme un poco, si se está en la cancha de boca. Sino se sigue con boca, boca, boca y luego variaciones sobre el tema según la fijación predominante.
   Los sinópteros sufren en chiquito, pero profundo. De vez en cuando se envuelven en estribillos, como "Habrá que ver si la crónica verónica reacciona", o cosas de ese tenor.
   En resumen, son medio inasibles, pero se dejan querer.

viernes, 30 de marzo de 2012

Neologismos

Una conversación oída al pasar:

A: Le engarloché la garlapota, mas no me emperperrimé demasiado, por miedo a sapocatarme.
Objeto pequeño a: Pareciera que se deben ubicar algunas precisiones
A: Es que cuando me sapocatarmo, mis uniporteros se troznan, y a mí como que se me emparpadurna un feruncalo en la garlopera.
Objeto pequeño a: Quizás si intentara delimitar un poco ciertas insistencias.
A: Repito trochaderas, sin compaturnar con eflejos ni tarancios... y no transo ni acoto un carajo!
Objeto pequeño a: [silencio]
A: [Levantando la voz] ¡Y ahora me voy a engarlochar con o sin garlapota, hasta emperperrimarme y sapocatar sin que haya un punto de retorno, y usted es un necio!
Objeto pequeño a: Bueno, terminamos por hoy.
A: Cortate mi repinflúfulo!!!

Se debe decir que son cosas que ocurren, más frecuentemente de lo que a uno le gustaría.

lunes, 19 de marzo de 2012

Fanum

   Hay momentos inigualables donde alguien pasa de ser un idiota inespecífico a tener una insanía delimitada.
   Solo para contextuar, ubicaremos que en latín "fanum" quiere decir "lugar sagrado", y tendría cierto parentesco con la epifanía, el fanatismo, las cosas diáfanas. Remontándose hacia atrás está el "fanerós" (φανερός) y "fanés" (φανής) de los muchachos griegos, pero traducir esas palabras es un exceso melifluo de elocuencia, más cercano a la pedantería inútil.
   Mejor ir directo al meollo del asunto (los parágrafos que siguen están redactados en primera persona solo para facilitar la identificación proyectiva)

   Situación A: Me encuentro en un local bailable, danzando de manera un tanto espasmódica (es decir, marcando hoscamente el tiempo de negra con los pies, y las corcheas o semicorcheas, según el nivel de energía, con los brazos y manos). En ese momento reparo en una apuesta joven que  mira, y yo la miro, y ella me mira, y yo la vuelvo a mirar. Se presenta allí una catarata de pensamientos y hormonas, además de un vacío en el pecho que impiden la única resolución sensata del asunto: encarar a la fémina.


   Situación B: Estoy dialogando animadamente con una niña crecida hasta mi edad, (es decir, para nada una niña). Como quien no quiere la cosa, empieza un ir y venir de indirectas, y noto que sus pupilas se dilataron, y que no es la única circunstancia de esa índole. Comienza entonces una sensación de vértigo, como de susto a las alturas y  luego de presentar flojas excusas me voy a reflexionar sobre lo ocurrido, para resolver que no debería de haberme ido.


   Situación C: Hay alguien que me gusta más o menos. Es decir, lo suficiente como para interesarme, pero no aún lo necesario como para que sea inevitable hacer algo. A medida que el más es más que el menos, se multiplican la gente que me gusta -en competencia con el primer alguien- con el resultado óptimo de un enamoramiento múltiple, cual agitar los brazos al éter del amor.


   Situación D: Sé escribir cartas de amor, pero no sé enviarlas. Todas son de contundente elocuencia, pero temo que sean tomadas excesivamente en serio y que alguien me ame absorbentemente por siempre, chupándome la vida hasta dejar solo los huesos, o menos.  

   El joven en cuestión -llamémosle Miguel- no se había percatado cuál era en realidad el problema, sino que había acudido a racionalizaciones arborescentes (éticas, morales y estéticas) para justificar la ubicuidad de la circunstancia.
   En determinado momento tuvo una revelación... (TO BE CONTINUED... differential diagnosis)

lunes, 5 de marzo de 2012

La extraña necesidad de sincerarse

Es una escena repetida. La gente al tiempo de conocerme me dice, en un tono de complicidad y amistad que es llamativo por el contenido del mensaje: "Cuando recién te conocí pensás que eras un boludo (o loco, o tipo raro), pero ahora me doy cuenta que sos copado".
Quizás lo extraño no es tanto que le resulte un idiota a los demás, después de todo, cualquier persona puede causar esa impresión con bastante facilidad.
Lo desconcertante es ese momento posterior de sinceridad. En mi fuero interno, últimamente, me pregunto qué necesidad hay de mencionar ese cambio de imagen respecto de mi persona. Se podría obviar, sin grave menoscabo al contenido del mensaje, la parte de "pensé que eras un boludo", y saltar directamente al momento de "llegué a la conclusión que sos un tipo copado". Pero no, parece ser imprescindible, o lo más importante del asunto, el indicar el equívoco en el juicio inicial. Al parecer hace que el interlocutor se sienta aliviado de sus prejuicios, y vuelva a creer en el género humano o algo por el estilo.
Secundariamente, intuyo que algo en mí parece autorizar, o reclamar, ese periódico arrebato de sinceridad... Se podrá decir que causo una especie de catarsitrofismo positivo? (aquel que sepa biología, descifre) Oh si, eso debe ser.

martes, 14 de febrero de 2012

Rumiantes

   -Hay ciertas cosas que se dan por sobrentendidas-. Eso fue lo que me dijo, apenas un instante antes de levantarse y retirarse con cierto barullo de la mesa del café. En el momento no atiné a hacer nada en el plano físico, sino que me sumí en una especie de abstracción reflexiva (me colgué, bah), intentando de resolver las implicancias de la frase.
  Semejante actividad rumiante no pudo menos que causar cierta impresión, no perdurable espero, en aquellos que me observaban. Muchos han intentando después tratar de describir externamente mi apariencia, pero sostengo que la procesión va por dentro; y si caían o no gotas de saliva de la comisura de mis labios, es por entero accesorio a lo esencial del asunto.
   Cabía preguntarse sobre la triple indefinición de la frase: "ciertas" cosas quiere decir no todas, lo cual conlleva un clasificación a todas luces imposible, puesto que remite a alguna propiedad de éstas que hace que deban ser o no atribuibles de una sobrecomprensión. Es decir, la frase indica de por sí a una especie de circularidad, y jamás entendí la alusión inicial a un objeto, actitud o lo que fuera de la realidad, si la hubo. La consecuencia era que ahora mi entero mundo debía dirimirse entre cosas sobrentendibles y cosas no sobrentendibles, con un criterio de ordenamiento incierto, seguramente errático.
   Segunda indefinición: "se dan", reflexivo que alude a un colectivo nebuloso. Si me hubieras dicho "yo doy", supongo te hubiera agotado a preguntas, te hubiera exprimido la vitalidad a costa de obtener un orden: las cosas claras. Es decir, quien, qué cosa, en qué circunstancia física y por qué lapso de tiempo, en una enumeración exhaustiva y no modalizable por antojos de esos supuestos colectivos que solo sirven para desconcertar animales de pezuñas partidas.
   Tercera indefinición: "por sobrentendidas". Me valgo de la ayuda del diccionario: Se trataría de "Entender algo que no está expreso, pero que no puede menos de suponerse según lo que antecede o la materia que se trata. Qué se yo, estábamos hablando de cosas, de alguna de las cuales debía desprender alguna conclusión, dirimir un comportamiento o quizás inhibir una reacción. Es todo demasiado difícil.
   Es por eso que nosotros rumiantes preferimos el pasto y las llanuras. Mucho de una cosa, poca variedad, bastante tiempo y nadie nos molesta si la saliva se cae de la comisura del labio o no. Solo pedimos un poco de sombra, y nos asustamos con los movimientos bruscos. Si somos algo para alguien, o alguien para algo, algo para algo o alguien para alguien (fabulosa propiedad intercambiable de los sujetos) es menos importante que el pasto, que no se queja al crecer, ni al ser comido.
   Se trata exactamente de hacer lo que es preciso hacer, aunque demasiado tarde. Entonces nos decidimos con una conclusión palmaria e inapelable: era una boluda. Claro que al no estar la boluda enfrente, inmediatemente acude la sospecha de que quizás los boludos somos nosotros, inaugurando una nueva rumiación sobre los atributos intrínsecos y extrínsecos de la boludez, lo que solo se ve interrumpido por la palmada inoportuna del mozo, o de la policía, o de la misma muerte que nos encuentra ocupados en... en... ¿en qué era?