domingo, 16 de enero de 2011

13 - Desarrollo pobre

   Ya es la tercera o cuarta vez que me despierto como si me hubiera cagado a trompadas un enano. Me es inevitable sospechar de Catalino, pero es un lugar tan común como culpar al mayordomo. Voy a otorgarle el beneficio de la duda solo para ser mínimamente original y darle oportunidad a los fantasmas.
   Eso me lleva, como tobogán enjabonado, a la reflexión sobre la muerte y las palabras. Propongamos la siguiente escena: Un señor en bata sentado en la mesa de su living mira por la ventana de su departamento, ubicado en un tercer piso. Desde allí ve la copa de un árbol agitada por el viento, el edificio de enfrente y algo de cielo entre las ramas. De pronto se encuentra frente a la posibilidad de ser el único ser humano sobre la faz de la tierra: todo el resto de la humanidad ha muerto. Peor aún, hay muertos vivos escalando el edificio a punto de llevárselo a él. Inmediatamente descarta la idea por delirante, pero como tomado de un elástico tensado, la imagen de la muerte se acerca, y comienza a darle charla: "Hola que tal, estaba tratando de encontrar algunos dueños de palabras ¿Me podrías decir de quién son las suyas?" El señor se queda mirando fijo los ojos vacíos de la parca. "Entiendo, usted tampoco es dueño de sus palabras. Imagino que nunca se percató que sus palabras son mías. Es decir, de gente muerta. Cada vez que dice algo, alguien ya lo dijo antes, y vive su vida a través suyo. No hay palabra tuya que no sea de otro, muerto..." Al buen hombre esa idea le resulta francamente sensata, convincente. Decide entonces tratar de engañar a la muerte, y empieza a barruntar un lenguaje que sea absolutamente de él, es decir, un lenguaje de puro neologismo, con sus propias reglas gramaticales, verbos y adjetivos. Y se da cuenta que no es admisible siquiera repetir la estructura de cualquier otro lenguaje conocido, ni los sonidos, ni los significados. Y siguiendo a rajatabla el hilo de pensamiento, tampoco puede repetirse en el silencio, y no podría ni pensar ni recordar, o respirar. Lamentablemente, era una tarea imposible. Así que siguió tomando coca cola, esperando a los muertos que iban a llegar por la ventana abierta del balcón, y resignado al mundo que le toca: modelo usado para una vida 0 km.

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