viernes, 7 de enero de 2011

10 - El insomnio, atando cabos y capitanes

   A veces la gente se desvela, hoy en particular, estoy desvelado. Es una situación un tanto fastidiosa, ya que me gustaría bastante más estar dormido. Sin embargo, antes de rotar sobre la cama esperando que venga una relajación que no va a venir mientras es esperada (es decir, uno se duerme cuando piensa fijamente en dormir) voy a hacer una observación interesante sobre la fauna nocturna.
   Hace un tiempo construí un parapeto para evitar visitas indeseadas, pero a través de situaciones como la presente, descubro que tanto los gremlins, como los enanos y los fantasmas son bichitos de la noche, o insomnes crónicos. Por otro lado, los piqueteros que me brindan el servicio anti-angustia se quedan dormidos a eso de las 23 hs. (es que arrancan con el vino a las siete de la mañana, y de ahí todo es un sostenido descenso del nivel de alerta), así que bueno, así la cosa.
   Para no aburrirme, o asustarme, les cuento algunas de las actividades nocturnas de los bichitos:
   1) Tengo un gremlin que instaló un cine en la parte de adelante de la cabeza. Este cine abre en horario de trasnoche. Ahora estaba pasando la película "Conversaciones futuras imaginarias con gente que conozco y que no dije las cosas del modo oportuno, en el momento oportuno o ambas, o directamente no dije algo que tendría que haber dicho, hecho o deshecho, capítulo XVI x 10". El esquema de la serie es siempre más o menos el mismo. Se presenta una escena de café, o caminata u oficina (el entorno habitual -o posible- de la persona involucrada en la conversación) donde aclaro mis buenas intenciones a pesar de los calamitosos resultados. El final, no existe, o jamás llega. El gremlin de este cine particular tiene una complicada función de loop programada para unos minutos (o segundos) antes que se termine la conversación, y ahí vuelve a pasar todo el capítulo desde el principio con alguna ligera variación producto de las distorsiones de las cintas de película al calor de la imaginación, hasta llegar al mismo punto previo al desenlace. Algunas veces me animé a pasar por sobre el loop e imaginar posibles finales, pero esta transgresion de las reglas del cine suele desembocar en la parte de atrás de la cabeza, y es sabido que por ahí andan los fantasmas.
   2) Los enanos siguen trabajando en las minas, porque los pobrecitos no saben si es de día o es de noche, y duermen solo cuando los agota el cansancio. El asunto aquí (y me introduzco en la particular estructura jerárquica de la sociedad de los enanos) es que sólo un enano de rango mayor puede determinar si el nivel de agotamiento hace pertinente el descanso. Así, los enanos jamás terminan de ser dueños de su propio cuerpo, ni de su tiempo. Hubo enanos que se quisieron rebelar. Hace un tiempo unos ochocientos enanos se durmieron sin autorización de su superior, y por la magnitud del desacato, se sospechó que estaban coordinados entre ellos. Los enanos jefe se vieron entonces en la necesidad u obligación (o el gusto, ya que varios son un poquito sádicos) de aplicar el procedimiento de máxima severidad para castigar a los desviantes. Estos ochocientos desgraciados recibieron entonces la consigna de trabajar y descansar a destajo: una unidad de trabajo corresponde a una unidad de descanso. La mayoría sigue trabajando en temas como resolver la cuadratura del círculo con un hilo sisal y una caja de pizza, entender a las mujeres de la especie humana, entender a la especie humana en general, descubrir cuantas lágrimas de unicornio hacen un decilitro, las propiedades curativas de la letra "e", o un poema perfecto. Varios se han suicidado. Ninguno se ha dormido nuevamente, pero varios sueñan despiertos en terminar la tarea, o alucinan bichitos en las sombras de las minas.
   3) Los fantasmas son tiernos: tejen con hilos de telaraña escarpines para los fantasmitas que vendrán, y al que los interrumpe o distrae le dan un susto muy fulero.

1 comentario:

  1. vuela vuela..... pequeño picaflor, en la noche del murcielago retrógrado! Bien Pol, te sigo bancando, el otro Francisco.

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