domingo, 10 de junio de 2012

l'amour

Hace un tiempo que vengo pensando en la inconveniencia de la concepción de la media naranja. Me permito un exordio y recordar que ésta es introducida por el personaje de Aristófanes en El banquete, de Platón (texto que habla sobre el amor). Luego dicha concepción devino un tanto más profana y hasta vulgarizada. Se resume en expresiones como "tal para cual" o "culo y calzón", entre otras. Básicamente, supone que hay un otro exactamente para mí, del cual yo vendría a ser una mitad y que al encontrarnos nos completaríamos mutuamente, sobre el supuesto que el estar separados es un castigo de los dioses y todo eso (remitirse al texto por cualquier duda).
Esto, como comencé diciendo, me resulta inconveniente. Por varias razones, una de orden práctico, y es que hay muchísimas posibilidades de medias naranjas, y no sabría como reconocerlas. Además, creo que hay medias naranjas, medios limones, una variedad total de frutas en los jardines del mundo, y que quizás sea preferible una media manzana verde a una media naranaja, o un medio limón.
Lo segundo es que deja las cosas muy libradas a esa fuerza misteriosa que damos en llamar destino.
Lo tercero es que impide creer en el amor, ya que suplanta eso de elegir y esforzarse por una especie de completud a darse de forma cuasi automática, alentando al rápido reemplazo de partes frente a desajustes menores.
Finalmente, recordando mis enamoramientos recientes, solo puedo decir que me gustan personas bastante disímiles a mí, o entre sí.
En fin, como conclusión, pinta carta, en esta ocasión se trata de algo serio para alguna ilusión ya abandonada:


Querida Amelia,
Es un día en el que estoy contrariado. Creo que tampoco fue un buen día para vos, y eso me impone una respetuosa distancia. Mañana no te voy a ver, y quisiera verte. Hoy te vi triste y bonita, aunque creo que no me miraste en todo el día. No encontré nada de lo que esperaba encontrar, no hubo eco en tus ojos.
A veces me ilusiono planeando campamentos y excursiones que no son proyectos, sino más bien sueños diurnos. Por ejemplo, la primera cuestión, básica, es el charango en la mochila, y un diapasón, sagrado elemento de afinación. Después considero necesaria tu voz, y un cancionero para ponernos de acuerdo, porque seguramente conozcamos canciones distintas. Después, para mí, un sikus o un pinkullo, y hojas blancas, biromes y carbonillas, o si no, unos más humildes lápices. Para ambos, cámara digital (con bastante baterías y memoria) y carpa para tres, cosa de que no se imponga la humanidad de ninguno de los dos sobre la del otro. Creo que eso es lo importante; a lo que luego agregaríamos lo necesario, como la comida, bebida, bolsas de dormir, bronceador, cepillos de dientes, marmita, calentador, garrafitas de gas, etc. Un detalle: prefiero la luna y las estrellas a las linternas.
El lugar es otro tema a considerar. Desde hace años sueño con volver al Chaltén. La única vez que fui estuve tarareando el unplugged de Soda Estéreo, respirando patagonia y naturaleza, y diciéndome a mí mismo "esto es hermoso, y voy a volver". Aunque creo que el lugar particular es lo de menos, mientras haya montaña y árboles, y arroyos.
Una ciudad donde hay que ir es Praga. En el río, en vez de patos o gaviotas, hay cisnes; y la ciudad tiene una melancolía kafkiana que ahoga, donde para respirar en la bruma hay que besarse. Pasa algo parecido en Venecia, pero es más trillado.
Dicen que París... yo quiero viajar a Asia, que me pongan un tercer ojo naranja en la frente, y me digan palabras que no entienda, y estar tan lejos de casa que hasta las miradas me hablen en otro idioma (todas excepto la tuya).
Bueno, aún no te dije nada y te invité a pasear por mi mundo, que quizás empezará en un café, o en una excusa banal. ¿Cuántas cosas se pueden esperar y cuánto tiempo? Espero nos encontremos a mitad de camino entre el apuro y la necesidad de tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario