jueves, 17 de marzo de 2011

Interlude: The lone ranger

   Camila se despertó, pero no se decidió a levantarse. Pensaba, a medida que veía las agujas de su reloj avanzar, que de no incorporarse, perdería el tren de las 8, y se propuso juntar energías de algún lado para no perder también el de las 8 y 10. A los diez minutos, también perdió éste, aunque todavía eran las 7:40. Es que Camila vivía a una cierta distancia de la estación de tren, y dormía con el pelo embarullado, la ropa gastada y las ojeras en cuarto creciente.
   Perdió dos trenes más, pero pudo salir de la cama. Se desvistió de su ropa de sueño, y se puso a elegir su disfraz de mujer. Hacía no demasiado había ascendido -a su pesar- de categoría, antes pasaba por adolescente, o por joven. Ahora no, era mujer y tenía esas ojeras de cuarto creciente y los dientes más amarillos, aunque pensaba que bien podía blanquearlos. Todavía en su cuarto tomó la piel de sus muslos, sólo para comprobar que la celulitis seguía ahí, latente. Resopló, caminó hacia el baño y se miró al espejo. Se prometió abandonar eso de una vez.
   Se vistió, salió, caminó unas cuadras, hizo unas filas, y después otras. Sus manos entregaron billetes y a cambio recibió un boleto. Las ojeras seguían ahí, en cuarto creciente y el pelo enredado en la nuca como un estribillo de las cosas de siempre. Pudo subir al tren de las 8 y 40.
   Las mariposas no se enteraban de esto, sino que aleteaban con más dificultad que gracia en el viento de otoño. Se habían atrasado para la primavera, el verano les resultó demasiado caluroso y finalmente había atinado a salir de sus capullos en otoño, que confundieron con una segunda primavera. Es que debido a su corta vida no tienen la oportunidad de conocer el ciclo completo de las estaciones del año.
   Camila se había prometido cambiar, pero en el tren se dio cuenta que iba a hacer otro día same old, same old: soñar despierta, tocarse el pelo enredado en la nuca, llegar tarde a su trabajo, mirar sus ojeras en el espejo, y seguir sonriendo, confiando en su disfraz de mujer y sus dientes un poco más amarillos, pero que todavía no justificaban el costo de un blanqueo.

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