viernes, 25 de marzo de 2011

Interlude: The lone ranger (part 2)

   Camila había extraviado sus ilusiones en la pila de ropa de su pieza, durante su adolescencia. La secuencia fue más o menos así: un día se estaba preparando para salir con sus amigas, y en el debate de qué ponerse procedió a vestirse y desvestirse repetidas veces, mirarse al espejo, cambiar su peinado, y en uno de esos movimientos las ilusiones quedaron enganchadas al bretel del push-up -que se quitó cuando pasó del strapless a una remera floja, que no justificaba la ingeniería de elevar su humilde busto-. No se percató en el momento del extravío, sino que continuó con el plan de salir. En la noche se notó más desinhibida, y cuando estaba en eso de bajarle la caña al tercer o cuarto chico se dio cuenta que no tenía ilusiones. Al volver a su casa revolvió la pila de ropa como quien cumple superficialmente con las tareas escolares, y las ilusiones quedaron allí.
   Sin ilusiones experimentó una ligera euforia de presente, y comenzó a correr y vivir. Así pasaron unos cuantos años. La juventud sorprendió a su adolescencia, y la celulitis a sus muslos. En algún momento comenzó a tener sed. Sospechó que se trataba de sed de algo específico, pero se trataba de sed de sed.

1 comentario:

  1. hay panchito... si supieras cuantas ilusiones se nos quedan enganchadas en tantos lados... hasta ésta,de querer reirme un rato con catalino, y terminar pensando... (ya sabes quien soy, no hace falta que firme, tocallín)

    ResponderEliminar