viernes, 25 de marzo de 2011

Interlude: The lone ranger (part 2)

   Camila había extraviado sus ilusiones en la pila de ropa de su pieza, durante su adolescencia. La secuencia fue más o menos así: un día se estaba preparando para salir con sus amigas, y en el debate de qué ponerse procedió a vestirse y desvestirse repetidas veces, mirarse al espejo, cambiar su peinado, y en uno de esos movimientos las ilusiones quedaron enganchadas al bretel del push-up -que se quitó cuando pasó del strapless a una remera floja, que no justificaba la ingeniería de elevar su humilde busto-. No se percató en el momento del extravío, sino que continuó con el plan de salir. En la noche se notó más desinhibida, y cuando estaba en eso de bajarle la caña al tercer o cuarto chico se dio cuenta que no tenía ilusiones. Al volver a su casa revolvió la pila de ropa como quien cumple superficialmente con las tareas escolares, y las ilusiones quedaron allí.
   Sin ilusiones experimentó una ligera euforia de presente, y comenzó a correr y vivir. Así pasaron unos cuantos años. La juventud sorprendió a su adolescencia, y la celulitis a sus muslos. En algún momento comenzó a tener sed. Sospechó que se trataba de sed de algo específico, pero se trataba de sed de sed.

jueves, 17 de marzo de 2011

Interlude: The lone ranger

   Camila se despertó, pero no se decidió a levantarse. Pensaba, a medida que veía las agujas de su reloj avanzar, que de no incorporarse, perdería el tren de las 8, y se propuso juntar energías de algún lado para no perder también el de las 8 y 10. A los diez minutos, también perdió éste, aunque todavía eran las 7:40. Es que Camila vivía a una cierta distancia de la estación de tren, y dormía con el pelo embarullado, la ropa gastada y las ojeras en cuarto creciente.
   Perdió dos trenes más, pero pudo salir de la cama. Se desvistió de su ropa de sueño, y se puso a elegir su disfraz de mujer. Hacía no demasiado había ascendido -a su pesar- de categoría, antes pasaba por adolescente, o por joven. Ahora no, era mujer y tenía esas ojeras de cuarto creciente y los dientes más amarillos, aunque pensaba que bien podía blanquearlos. Todavía en su cuarto tomó la piel de sus muslos, sólo para comprobar que la celulitis seguía ahí, latente. Resopló, caminó hacia el baño y se miró al espejo. Se prometió abandonar eso de una vez.
   Se vistió, salió, caminó unas cuadras, hizo unas filas, y después otras. Sus manos entregaron billetes y a cambio recibió un boleto. Las ojeras seguían ahí, en cuarto creciente y el pelo enredado en la nuca como un estribillo de las cosas de siempre. Pudo subir al tren de las 8 y 40.
   Las mariposas no se enteraban de esto, sino que aleteaban con más dificultad que gracia en el viento de otoño. Se habían atrasado para la primavera, el verano les resultó demasiado caluroso y finalmente había atinado a salir de sus capullos en otoño, que confundieron con una segunda primavera. Es que debido a su corta vida no tienen la oportunidad de conocer el ciclo completo de las estaciones del año.
   Camila se había prometido cambiar, pero en el tren se dio cuenta que iba a hacer otro día same old, same old: soñar despierta, tocarse el pelo enredado en la nuca, llegar tarde a su trabajo, mirar sus ojeras en el espejo, y seguir sonriendo, confiando en su disfraz de mujer y sus dientes un poco más amarillos, pero que todavía no justificaban el costo de un blanqueo.

martes, 15 de marzo de 2011

20 - El mar y las estrellas

   Era cuestión de pasar unos dias flotando sin gravedad para comprender que el problema radicaba en las bolitas negras. Eran cositas muertas, tal como sospechaba. Cada vez que miraba el aciago frasco me agarraba una pesadez, una melancolia tipo atracón de sinsentido en un paro de trenes.
  
   Cantalino (lo escribi asi adrede) no venía con manual de instrucciones, aunque sus semanas en la crisálida lo habían enderezado un poco. Sospecho que era para mostrar -en acto- que la vida también viene sin instrucciones, o que el universo entero es una gran enseñanza. Un poco como todo lo que uno aprende de mirar las estrellas. Podría escribir: las estrellas tiritan azules a lo lejos, pero segun los físicos revientan como bombas H en continuado, y otros aducen que tienen muchos gases en base a un análisis espectrográfico.
  
   Las bolitas negras son como pus del corazon, signo de infección, y un poco más tirando a necrosis de heridas incurables. Cosa buena que los enanos puedan expulsarlas, a nosotros nos quedan las lágrimas y las palabras.