miércoles, 23 de febrero de 2011

19 - Un cohete al espacio exterior

Finalmente me cansé, y me vi en la obligación moral de subir a una nave espacial, tomarme un cohete a la luna, una sonda interestelar. Y desde las plumas verdes del ocaso avistar chinchillas sin aspirar a convertirlas en abrigos de piel.

Imagen de una chinchilla

Desde un poco más de distancia, todos se ven como enanos. Pero no se llega a escuchar su canto, más peligroso que el de las sirenas. Es que una cosa es morirse y otra no querer vivir. La segunda más jodida que la primera, la primera más habitual e irremediable que la segunda.

La nave viaja a velocidades cercanas a la de la luz, y la luz es demasiado maleducada como para saludar, o al menos tocar bocina cuando pasa. Claramente peor para el sol, pero no un sol sabinesco, sino el de rizos dorados que no destiñe en Mc Donalds y seguramente desconoce las frenys.

El pasaje de los cielos celestes hacia el negro y las estrellas.

viernes, 11 de febrero de 2011

18 - Enanosis y reacciones alérgicas

Al escuchar Milonga del Ángel de Piazzolla uno puede hacer tún... tan... tun.. tún... tan... tun.. tún... tan... y así continuar marcando los tiempos del compás de 4/4 (ú 8/8) que caracteriza dicha canción. También puede detenerse en la melodía melancólica, neblinosa y cargada de sentimiento, o ver cómo vibra el parlante cuando se sube el volumen.

Otra experiencia estética en varios niveles es la siguiente: estoy buscando una pelusa dorada en mi ombligo, aún no la vi, y no quedan más pelusas que extraer, pero la sigo buscando. Sé que la pelusa existe, si ésta no existiera yo no podría concebirla, ni buscarla, ni anhelarla. Luego... uno se enoja con un par de santos, y deseamos no tener ombligo, y decimos que la pelusa ha muerto, o que nunca ha existido, o que si existe, no hace diferencia. ¿Cuántos millones de ombligos? --> n+1.

Catalino sigue cantando desafinado, y no puedo pensar. Estoy evaluando irme a la cueva de los enanos para ver si existe alguien que me indique cómo proceder.

viernes, 4 de febrero de 2011

17 - Catalino recargado

  La crisálida de cortina amarilla estuvo unas semanas colgada en el cuartito. De vez en cuando caían de ella unas bolitas negras, que recogía por las noches y guardaba en un frasco de vidrio.
   En esos días seguí examinando el pergamino de sentimientos de enanos, y cortando avenidas con los piqueteros. Ahora tengo la espalda llena de bastonazos con forma de sonrisa, y la nuca también. Adquirí hematomas que asemejan a rosas, y una piquetera me dijo que me quedaban (o se quedaba) muy manija... lo entendí como un halago.
   Al regresar de uno de esos días de algarabía piqueteril, encuentro la crisálida rota, a Catalino con pergamino en mano, un poco rejuvenecido, las pupilas dilatadas y un guitarrín. En fin, un video vale más que mil palabras.

jueves, 3 de febrero de 2011

16 - Born to be a dwarf

Por la mañana entré al cuartito y no encontré a Catalino. Me llamó la atención, pero me dije que enhorabuena había decidido salir, ya que por mi parte quería mirar los árboles y golpear el bombo con los piqueteros.
Al regresar por la tarde, con el día sobre los hombros y un bastonazo con forma de sonrisa en la nuca, volví al cuartito para ver si encontraba a Catalino.
No estaba allí. Voy entonces al living, y reparo que las cortinas no están en su lugar.
Bajo el imperio de la sospecha, vuelvo a la habitación de Catalino. Al mirar hacia arriba, encuentro una crisálida hecha de retazos de cortinas amarillas. Recorriendo el lugar con atención, también hallé dos o tres bolitas negras en el piso. Mi conjetura es que son cositas muertas.

miércoles, 2 de febrero de 2011

15 - Aforismos del Baldomero

Las cortinas, por ejemplo, tienen esa cosa de dividir el interior del exterior, pero del lado de adentro. El espacio entre la cortina y el vidrio de la ventana queda convertido en un lugar intermedio, apto para pelusas y patas de lana.

Los osos tienen esa costumbre de ser osos, una especie de identidad rígida en su animalidad que sólo se convierte en simpática en los dibujitos animados.

El tedio del domingo es como empujar una piedra redonda y grande cuesta arriba en la neblina, lejos del principio y a distancia incierta del final. Uno no se puede retirar de la tarea porque la piedra va a aplastarlo.

Una medida adecuada para la preocupación es la cantidad de horas de sueño que sustrae.

La ropa interior dice mucho de una persona, las palabras también y ni les cuento las pestañas o la forma del lóbulo de las orejas. El otro día conocí la vida de alguien en base a la observación atenta y constante de la evolución de sus patas de gallo (en un muestreo al azar de fotos): fue niño, luego creció y llegó a viejo con cara de destruido.

Se vienen los cuentos, apenas Catalino deje de hacer berrinches (y de apretar la tecla delete cada vez que me detengo a nacer y morir).